El Purgatorio de la Espera: La Mirada en 2026
Venezuela vive en un tiempo suspendido. Hay una desesperación silenciosa que no grita, sino que se instala en el cansancio cotidiano, en la rutina de las dificultades que persisten a pesar del esfuerzo y la fe. Es la sensación amarga de estar en la orilla, viendo un barco que nunca zarpa, esperando un evento crucial, grandioso y liberador que se anuncia, se promete, pero jamás se materializa. La nación retiene el aliento, exhausta de esperar ese quiebre definitivo que ponga fin a la parálisis.
Pero bajo esa capa de resignación, la mirada se ancla obstinadamente en el futuro. El 2026 se yergue como un hito mental, no como una fecha mágica, sino como el punto de inflexión colectivo, la línea de salida para la gran obra. La esperanza ya no es un sueño ingenuo, sino una convicción firme: que ese año debe ser el comienzo de una reconstrucción monumental. No solo se trata de levantar infraestructuras caídas, sino de la restitución total de la dignidad. La ambición es grandiosa:
recuperar el derecho a la justicia, a un salario que alcance, a la salud plena, y, sobre todo, el derecho a planificar y soñar dentro de las propias fronteras. Es el anhelo de que la frustración se convierta en la energía fundacional para, por fin, comenzar el merecido trabajo de ser una nación restaurada.
Seguimos esperando y agradeciendo a Dios.
Libertad