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Una historia de libertad y destino o lo que podemos cambiar con nuestros actos y lo que no: Un día, un sabio maestro taoísta llevó a sus discípulos a la orilla de un estanque sereno, donde el agua reflejaba el cielo como un espejo perfecto. Quería enseñarles la sutil diferencia entre lo que depende de nosotros —nuestra libertad para actuar— y lo que escapa a nuestro control —el destino inexorable del mundo. "Observad con atención", les dijo con voz calmada. Tomó una piedra lisa y redonda de su bolsillo y la dejó caer en el centro del estanque. Con un chapoteo breve, la piedra se hundió de inmediato, desapareciendo en las profundidades oscuras, sin dejar más que ondas que se expandieron y desvanecieron rápidamente. El agua volvió a su quietud, como si nada hubiera sucedido. Luego, el maestro extrajo un pequeño frasco y vertió una sola gota de aceite puro sobre la superficie. La gota no se hundió; en cambio, flotó ligera, extendiéndose lentamente en un círculo iridiscente que brilló bajo el sol, cubriendo un área cada vez mayor sin esfuerzo, como si el agua misma la invitara a danzar. Al día siguiente, reunió de nuevo a sus alumnos bajo un sauce antiguo. "¿Recordáis lo que hicimos ayer? Contadme, ¿qué ha sucedido con la piedra y el aceite?" Uno de los discípulos, el más impaciente, respondió: "Maestro, la piedra se hundió al instante y ya no la vimos más. El aceite, en cambio, flotó y se extendió por toda la superficie". El maestro asintió, con una sonrisa serena que arrugaba sus ojos como surcos en la tierra fértil. "Así es la vida, queridos míos. La piedra representa el destino, las fuerzas inevitables que nos arrastran hacia el fondo: la muerte, el tiempo, las tormentas que no invocamos. Puedes arrojarla con toda tu fuerza o con delicadeza, pero siempre se hundirá, indiferente a tus deseos. No luches contra ella; acéptala, y las ondas de su caída pasarán sin turbar tu paz por siempre. Pero el aceite... ah, el aceite es tu libertad, tu esencia interior, las acciones que brotan de tu voluntad. Flota porque eliges cómo extenderte: puedes dejar que se disperse sin rumbo, o guiarlo con cuidado para que cubra solo lo necesario, iluminando lo que tocas sin ahogar al resto. Influye en tu aceite, expándelo con sabiduría, y verás cómo transforma la superficie de tu mundo sin hundirte en las profundidades. Recordad: no malgastéis energía persiguiendo piedras que se hunden solas. Cuidar el aceite es el verdadero arte de vivir en armonía con el flujo del Tao". Los discípulos guardaron silencio, contemplando el estanque, donde aún flotaba un leve rastro aceitoso, recordándoles que la lección no era solo oír, sino ver. Y así, entre lo que flota y lo que cae, hallaron un atisbo de equilibrio.
2025-11-06 20:01:00 from 1 relay(s)
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